Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1879-1880 (Cortes de 1879 a 1881)
Sesión: 16 de junio de 1880
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 191, 4897-4900
Tema: Libre ejercicio de la regia prerrogativa

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Sagasta tiene la palabra para rectificar.

El Sr. SAGASTA: Yo celebro, Sres. Diputados, que hayáis recibido con aplausos las últimas palabras pronunciadas por el Sr. Presidente del Consejo, porque esas ni más ni menos son las palabras de mi discurso, tan combatido, tan criticado por los mismos que en boca de S. S. tanto le aplauden; exactamente las mismas; no hay más que al Sr. Presidente del Consejo le aplaudís lo que combatís en mí, como muchos de vosotros aplaudíais en mí lo que combatíais en el Sr. Presidente. ¡Cuántas veces la mayor parte de esta mayoría me ha aplaudido a mí defendiendo o combatiendo teorías que contrariaba o defendía el Sr. Cánovas! Por consiguiente, vuestros aplausos de hoy valen tanto como en lo que yo aprecio vuestros aplausos de ayer; precisamente el Sr. Romero y Robledo era uno de los que entonces me aplaudían.

Pero yo no entiendo al Sr. Presidente del Consejo de Ministros: cuando le conviene enaltecer la Monarquía, para él es de derecho divino, tiene todos los atributos de la divinidad; y cuando otra cosa le conviene, la hace tan esencialmente representante de la soberanía de la Nación, que habla S. S. como hablamos los liberales que tenemos esos principios. Ayer mismo dijo palabras respecto de la Monarquía, que las aceptarían hasta aquellos monárquicos que creen que el Rey procede directamente de Dios. (Rumores: algún Sr. Diputado pronuncia palabras que no se oyen bien.) ¿Cómo todos? ¿Cómo habíais de aceptar todos eso, si no hace mucho tiempo aceptabais lo contrario? Una gran mayoría de los que hay aquí, y alguno de los que están en el Gobierno, ¿no aceptaban y defendían la Monarquía de D. Amadeo, que en España no tenía ciertamente ese fundamento?

Y es que el Sr. Cánovas, para salir de apuros en sus discursos, no repara en nada: lo mismo sostiene una teoría que otra: lo mismo defiende la luz que la oscuridad; y le preocupa tanto a S. S. el que le puede sustituir en el poder, que es su pesadilla, y atribuye gratuitamente las cualidades que quiere a los que pueden sustituirle. ¿Qué es lo que ha hecho S. S. esta tarde con el Sr. Posada Herrera? Ha supuesto que yo le atribuía circunstancias que sólo S. S. le atribuye, porque el Sr. Posada Herrera ha sido por mucho tiempo la pesadilla de S. S. Así es que decía el Sr. Cánovas: "El Sr. Sagasta dirá lo que quiera; pero yo voy a decir lo que se dice, y lo que se dice es que S. S. por no dar Ministros al Sr. Posada Herrera le dijo: Esta Vd. Muy anticuado, ha estado Vd. mucho tiempo fuera de Madrid, no conoce ya los hombres y las cosas, y no viene más que a perturbar los partidos. " Eso es lo que el Sr. Cánovas quiere que sea el Sr. Posada Herrera; pero no es lo que yo dije. Yo le dije: "No va Vd. a poder contar con la mayoría. -Hombre, es una mayoría que me ha elegido Presidente; tengo en ella muchos amigos, y no he hecho nada que le sea hostil: quiero sí establecer una tendencia más liberal, lo cual considero muy posible, porque la mayor parte de esa mayoría ha sido más liberal: espero, pues, que si me ayudan usted y los elementos liberales, podré formar Ministerio. "

Y a eso decía yo: "Pues si los elementos liberales le ayudan a Vd., tanto peor; no tendrá Vd. mayoría; " y entonces añadí: "Como hace tanto tiempo que no está Vd. en Madrid?" (Risas.) Pues, señor, ¿si querrán saberlo mejor que yo? ¡Pues no es floja pretensión! "Como hace tanto tiempo que no está Vd. en Madrid, no conoce Vd. a la mayoría. -¿Pero no me ha de ayudar siquiera a resolver las cuestiones pendientes? -Ni para eso, le contesté; porque para eso era preciso que la mayoría tuviera el patriotismo que Vd. tiene, y no es así; Vd. se presta a aceptar un cargo del cual va a salir mal, por patriotismo, y la mayoría no va a tener el patriotismo de apoyarle a Vd. ni un solo día. " Y así suce- [4897

] dio en efecto, demostrándose que yo tenía razón, y que el Sr. Posada Herrera no la tenía. Y es que yo conozco mejor a esa mayoría que el Sr. Posada Herrera. Además de esto, lo digo con franqueza, yo no tengo el patriotismo que reveló entonces el Sr. Posada Herrera; el patriotismo del sacrificio estéril. Yo sacrifico a mi partido para conseguir algo bueno para el país; pero estérilmente, para no conseguir anda, no soy capaz del sacrificio.

El Sr. Posada Herrera pensaba que había de entrar en la mayoría un patriotismo que no tiene, y le dije que llevado de su patriotismo, quería una cosa que en realidad no podía suceder. Pero le añadí todavía una cosa que ya dije ayer: "Quizá podrá Vd. formar Ministerio con la mayoría; pero para eso es preciso que transija Vd. con ella y se ponga de acuerdo con los señores Cánovas del Castillo y Romero Robledo; pero poniéndose de acuerdo con los elementos más liberales de la Cámara, sobre todo, con el partido constitucional, está Vd. perdido; ni un sólo día puede Vd. mandar. " Y qué, ¿no era esto verdad? ¿No se dijo claramente en todos los tonos?

Negad lo que queráis; pero todos sabemos que vosotros os habíais colocado dentro de este dilema: no hay que aceptar nada que no sea el partido constitucional o el partido conservador; dilema que para vosotros no tenía más que un término; porque no siendo posible con esta Cámara el partido constitucional, no quedaba más que el Gobierno del partido conservador, es decir, el Sr. Cánovas del Castillo. Además de esto, ya nos lo dijo ayer bien claramente el Sr. Ministro de la Gobernación. Pareciéndole muy duro que la mayoría por aclamación en el salón de conferencias, en los pasillos y en todas partes dijera que cualquiera que fuera el Ministerio que trajera a la Cámara el Sr. Posada Herrera, iba a ser recibido con un voto de censura, dijo que eso era para en el caso de que hubiera venido en el Ministerio un sólo constitucional. De manera que mi apreciación queda en pie. Yo dije al Sr. Posada Herrera: "No se haga Vd. ilusiones; contando con los constitucionales, ni un sólo día cumplirá Vd. en el poder, porque al siguiente le darán un voto de censura. " Y yo le añadí, y además lo sabe todo Madrid, y lo supo al instante el Sr. Posada Herrera, que tuvo un desengaño tremendo al ver confirmadas mis predicciones; yo le añadí, porque todavía el Sr. Posada Herrera deseaba cumplir el encargo que S. M. le había dado; yo le añadí lo que va a oír el Congreso.

Cuando yo dije al Sr. Posada Herrera que sin darle Ministros, el partido constitucional le prestaría su desinteresado apoyo para resolver la cuestión de Cuba y la de presupuestos, que eran, en mi concepto las únicas, que podían entonces tratarse, me dijo aquel hombre político: "Pues si Vd. no me da Ministros, yo formaré Gobierno con otros, toda vez que cuento con el apoyo del partido constitucional. -El apoyo del partido constitucional no le faltará a Vd.; pero de seguro le va a faltar el de la mayoría. " Entonces me añadió: "Puede que Vd. se equivoque; voy a ver al Sr. Cánovas del Castillo. "Y en efecto, el Sr. Posada Herrera anduvo buscando toda la tarde al Sr. Cánovas del Castillo, y el Sr. Cánovas del Castillo no se quiso dejar ver del señor Posada Herrera. Por consiguiente, no sólo le negabais vuestro apoyo desde luego, sino que además no quería ni aún entenderse con él para no adquirir ningún género de compromiso, porque quería llevar adelante el compromiso contraído ahí, en el salón de conferencias.

Respecto de la crisis estamos en realidad de acuerdo. Sólo hay una pequeña diferencia entre el Sr. Presidente del Consejo de Ministros y yo. Después de la tentativa estéril del Sr. Posada Herrera, dice S. S., fui yo llamado. Es verdad que fue llamado S. S.; pero no fue llamado para formar Ministerio (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Sí), sino para consultarle. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No: para formar Ministerio.) Bueno; mi afirmación queda en pie. Cuando el Sr. Posada Herrera dijo a S. M. que no podía formar Ministerio porque no tenía mayoría, y que la mayoría la tenía exclusivamente el Sr. Cánovas, el Rey, naturalmente para formar Ministerio quiso asesorarse de S. S., y para eso, para consultarle, y no para formar Ministerio, le llamó. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No es exacto.) En pie queda mi afirmación: que quede también en pie la de S. S.

A consecuencia del consejo que S. S. dio a S. M. el Rey, apeló todavía S. M. a dos personas; al Sr. Ayala y a otra persona que no ha indicado S. S., y que ya que no ha venido al debate, no la quiero traer yo. ¿Quién ha puesto en duda los merecimientos del Sr. Ayala? Propios los tenía el Sr. Ayala para ocupar el puesto que S. S. ocupa; pero no se trata de eso. Merecimientos y títulos para ese puesto atribuía S. S. por su única personalidad al general Martínez de Campos, y un día que fue precisamente atacado por mí porque no debía haber ocupado ese puesto, S. S. dijo: " ¿Qué es eso de que no tiene partido? El general Martínez de Campos vale un partido, por su personalidad, por sus servicios, etc. " En una palabra, hizo S. S. un elogio mayor del general Martínez de Campos que el que ha hecho del Sr. Ayala. Por consiguiente, con estos elogios y todo, y mereciendo ese puesto el Sr. Ayala, como lo merecía el general Martínez de Campos, le hubiera pasado al Sr. Ayala lo que le pasó al general Martínez de Campos. No basta tener merecimientos y títulos para ese puesto; es necesario que esa mayoría, mientras exista, quiera premiar esos merecimientos con ese puesto.

Pero de tener merecimientos el Sr. Ayala, de haber aconsejado S. S. a S. M. que llamara al general Jovellar, de haber ocupado ese puesto también el Sr. Martínez de Campos, y por último S. S., que son ya cuatro, resulta que bien puede un partido tener cuatro y seis personas que puedan ocupar ese puesto; y por consiguiente han desaparecido las dificultades que SS. SS. veían, y especialmente el Sr. Ministro de la Gobernación, de que aquí fuéramos seis; pero se han equivocado SS. SS.; no somos seis, somos más. A cualquiera que el Rey designe, le consideraremos con bastante holgura para ello y le ayudaremos sincera y lealmente; y cuidado que esto no lo digo como figura retórica, porque aquí no acostumbramos a usar figuras retóricas: lo digo en prosa, y en prosa muy clara. Cualquiera de fuera de la Comisión directiva, y muchos hay que pueden ocupar dignamente ese puesto, cualquiera que sea llamado por el Rey, ese será para nosotros el jefe del Gobierno, y le ayudaremos con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra voluntad.

Dice S. S. que no podía ser obstáculo la disolución de las Cortes para resolver las cuestiones de Cuba y para discutir los presupuestos, porque teníamos siete meses. No eran tantos en realidad; eran seis meses, porque el día 1º de junio deberían estar votados los presupuestos si han de plantearse con desahogo para el 1º de Julio, toda vez que el Ministro de Hacienda [4898] necesita lo menos un mes para poner en ejecución los decretos y leyes aquí votados. Era poco tiempo; y la prueba es, que habiendo seguido estas Cortes sin interrupción desde entonces acá, y estamos en vísperas del 1º de julio, no se han aprobado los presupuestos. ¿Qué hubiera sucedido si se hubieran disuelto las Cortes y hubiera habido que hacer unas elecciones? Cuente S. S. que hubieran tardado tres meses en reunirse las Cortes, y por consiguiente aun nos faltarían otros tres para concluir de discutir los presupuestos.

Pero no era esto sólo. Estaban también las reformas de Cuba, a las cuales S. S. ha dado poca importancia, y que tal como se han hecho, a pesar de que no se han hecho como nosotros queríamos que se hicieran, a pesar de que no se han hecho como querían la mayoría de los Diputados de Cuba, tal como se han hecho son un gran paso. Pues qué, ¿no vale nada lo que se ha hecho respecto de la esclavitud? ¿No vale nada lo que se ha hecho en las demás reformas? ¿Es eso lo mismo que el haberse encontrado aquellos Diputados que venían con el deseo de hacer las reformas, con las puertas del Parlamento cerradas? ¡Ah señor Presidente del Consejo de Ministros! Ya lo ha dicho S. S. después; hubiera sido un inconveniente muy grande disolver aquellas Cortes; y si a S. S. le parecía inconveniente, ¿cómo quería que otro lo propusiera a S. M. el Rey? ¿Era político y conveniente, estando pendiente las reformas de Cuba, haber cerrado las Cortes en aquel momento, cuando estaban recién elegidas? ¿Qué hubieran dicho en Cuba? ¿Qué hubiera sucedido? A mí me espanta lo que hubiera sucedido.

Esa es la gravedad de la crisis: legalizar la situación económica; y ya he probado que no podía haber tiempo, cuando todavía, sin haberse disuelto las Cortes, no se han discutido los presupuestos, y va a llegar el día 1º de julio y no van a estar votados, o por lo menos planteados, pues no le queda tiempo al Sr. Ministro de Hacienda para plantearlos en tan breve espacio.

Ha dicho S. S. que yo un día combatí la formación de un Ministerio electoral y hoy he venido a proclamar la conveniencia de ese Ministerio. Yo he traído aquí a la memoria el deseo de la formación de un Ministerio electoral, para aplaudir los nobles propósitos del Rey. El Rey, en el estado en que se encontraba el país, creyó que el mejor modo de establecer la pureza del sistema representativo era hacer las elecciones libres, interviniendo en ellas todos los partidos. Entonces el Rey me habló a mí de un Ministerio electoral, y yo le dije: "Señor, eso sería bueno si los partidos estuvieran compuestos de ángeles; pero desde el momento en que V. M. forme un Ministerio de todos los partidos, desde el primer día empezarán las dificultades, y no habrá ni siquiera elecciones; por lo demás, a ser posible, fórmese un Ministerio de un sólo partido, que tenga gran unidad, gran energía, que dé mucha libertad, que procure con honradez, como ensayo, hacer la elección libre, dejar al cuerpo electoral libre; y si no lo hace, V. M. tiene en su mano el remedio. " De manera que yo no traje la cuestión del Ministerio electoral más que para aplaudir los nobles propósitos de S. M. y para hacer ver que S. M. conoce también los males que nos afligen, males que si no se remedian pronto, nos llevarán a la perdición.

Con todo esto, S. S. puede no salir del Ministerio: ahora tiene mayoría parlamentaria; esa mayoría tiene el vicio de haber nacido con esos males, pero en fin, es mayoría parlamentaria. ¿Es que se respeta esa mayoría parlamentaria, a pesar de haber nacido con esos vicios? Pues siga S. S. llegará la terminación de la legislatura, vendrá la legislatura siguiente, y como seguirá esa misma mayoría con esos vicios de origen y con esas pérdidas que va teniendo, que quebrantan toda mayoría y que pueden hacer dudar si esta es la verdadera mayoría que eligió el país, S. S. seguirán en la segunda legislatura y en la tercera, y concluirán estas Cortes, y como al disolverse estas Cortes seguirá con mayoría, no habrá motivo para que S. M. el Rey piense en reemplazarle, y S. S. se morirá de viejo en el Ministerio. Todo esto está bien; a mí no me pesaría que S. S. se muriera de viejo en el Ministerio; pero es cuando fuera sostenido por la expresión verdadera del país; porque si la expresión verdadera del país en una elecciones hechas libremente le da S. S. una mayoría, y ésta quiere que se muera de viejo, aunque tenga más años que Matusalén, no me parecerá bien, pero diré: "Bien está el Sr. Cánovas ahí, porque el país tiene el Gobierno que se merece. "

El Sr. Ministros de la GOBERNACIÓN (Romero y Robledo): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Ministros de la GOBERNACIÓN (Romero y Robledo): ¿Es que el Sr. Sagasta quiere que yo vuelva a explicar, por si alguien lo ignora, que nos hemos encontrado en nuestra vida política alguna vez y por algún tiempo, y que por razones que son de todo el mundo conocidas, nos hemos separado hace bastante tiempo, con la diferencia de que S. S. fue entonces al poder, y yo para haber venido a él he tenido que pasar por lo que se llama la desgracia? (Rumores en las tribunas.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden en las tribunas.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Romero y Robledo): No comprendo el rumor de esa tribuna: probablemente son ares de cesantías. No sé a qué viene semejante rumor, cuando el hecho es bastante público y notorio, y cuando esta tarde el Sr. Sagasta, no sé por qué ha tomado tanta afición en esta discusión a recordar que ha sido amigo de algunos hombres políticos que se sientan en la mayoría. ¿Es que S. S. habrá notado la falta de mi aplauso en esta tarde? ¿Será posible que S. S., en vez de haber hecho una cesura esta tarde en alguna parte de su discurso, haya tenido una reminiscencia? Es posible; porque en efecto, hablando del sistema electoral, ha hablado de la máquina electoral, ha hablado de guardas de montes que no existen, y hablando de la máquina electoral, parecía que S. S. hablaba de una cosa que había montado, que la conocía por experiencia; y de tal manera parecía esto que el Sr. Sagasta decía estar tarde, hace un rato, después de indicar cómo se puede montar la máquina electoral y nombrar gobernadores y demás, decía que se llaman los candidatos al Ministerio de la Gobernación y se les pregunta qué pueblos deben componer su distrito para facilitarles la elección, y se da el escándalo de que los distritos tengan una división tan irregular, que los electores de un pueblo tienen que atravesar leguas de camino para ir al distrito. Y entonces dije yo: el señor Sagasta está evocando recuerdos, porque la división de distritos se hizo en 1870 por una ley que no se ha variado todavía.

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. SAGASTA: Únicamente para que sirva para la historia, que de otra manera no lo diría yo. Su señoría dice que cuando se separó de mí fue porque yo iba [4899] al poder y que S. S. se quedó en la desgracia. Yo voy a recordar su memoria, voy a refrescársela porque ya que S. S. quiere que todo se sepa, que se sepa. Su señoría dejó de ser amadeísta el día que dejó de ser Gobierno conmigo del Rey D. Amadeo, y aquel día S. S. se declaró contrario de D. Amadeo. Esta es la única rectificación que tenía que hacer.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Ministro de la Gobernación tiene la palabra.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Romero y Robledo): Ese hecho es de todo punto enemigo de la exactitud; no encuentro otra fórmula más suave; porque si yo me hubiera declarado antidinástico, como yo no me separé entonces del Sr. Sagasta, el Sr. Sagasta habría sido antidinástico todo el tiempo que yo.

Además, ¿es que el Sr. Sagasta quiere recordar quizá algún discurso lleno de calor, que yo pronuncié, no de una manera solemne, en una reunión privada? Pues sabe S. S. que el partido constitucional, en gracia a aquel discurso, me hizo la distinción grandísima de nombrarme individuo de la Junta directiva al lado de S. S. Pero ¿cómo había de ser así, si el Sr. Sagasta y yo seguimos formando juntos? Lo único que el Sr. Sagasta recuerda, sólo que ha confundido los nombres, es, que el día que se proclamó la República declaré yo en aquel partido que era partidario de D. Alfonso XII. Esto es lo único que S. S. puede recodar; sólo que ha confundido los nombres.

Hay que advertir una cosa, y es, que yo, que venía unido con S. S., encontré una esperanza mía, fundada en la expresión de su modo de pensar, defraudada cuando S. S. no abrazó por aquel tiempo la misma bandera que yo.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Sagasta tiene la palabra para rectificar.

El Sr. SAGASTA: Voy a rectificar a S. S.

Es verdad que el día que dejó la cartera no dejó el monarquismo de D. Amadeo pública y solemnemente; pero no lo dejó porque aquel día se iba a ir solo, y no quería irse tan desairado. Así es que empezaron sus trabajos en aquel día, hasta que pudo llevarse una porción de amigos de S. S. al círculo de la calle del Correo, que era de los alfonsinos, en oposición al círculo de la revolución, que era el de la calle del Clavel.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Ministro de la Gobernación tiene la palabra.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Romero y Robledo): Juzgue el país al Sr. Sagasta, que ayer calificaba de poca seriedad una contestación que yo le di.

En primer lugar, el Congreso ya ve qué manera de discutir: no pudiendo fundarse los cargos en actos de las personas, se penetra en sus intenciones.

Pero además hay un hecho bastante notorio y bastante notable para esta cuestión. El Sr. Sagasta supone, me parece que esto es penetrar en mi intención, el Sr. Sagasta supone que yo aquel día no abandoné el partido por no irme sólo. Lo que yo recuerdo es que aquel día el partido estaba completamente conmigo, y hasta me distinguió, no teniendo yo sin duda categoría ni posición en él, nombrándome individuo de su Junta directiva por aclamación y diciendo que representaba el corazón del partido: me acuerdo que esta fue la frase.

Y hay otra cosa completamente gratuita. Dice el Sr. Sagasta que yo no me fui aquel día porque iba a irme sólo, y que esperé a irme cuando pude llevarme al Círculo de la calle del Correo algunos amigos. Pues a esto no tengo más que decir una cosa: el día a que se refiere el Sr. Sagasta, que fue aquel en que dejamos de ser Gobierno, bien dejado por un acto cuya responsabilidad aceptamos naturalmente todos los Ministros, porque hombres de honor siempre, aceptamos la responsabilidad de todos nuestros compañeros, reinaba D. Amadeo; el día que yo fui a la calle del Correo, había República en España. Vea el Sr. Sagasta cómo concilia ese trabajo mío hasta encontrar bastante número de amigos que me siguieran, cuando hay un hecho bastante público, que e el cambio de instituciones que había tenido lugar.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Para ver si puede servir de comentario a lo que ha dicho el Sr. Sagasta sobre su actitud y sobre el estado de sus ideas y de su espíritu al acercarse al él el Sr. Posada Herrera durante la crisis de diciembre, no voy más que a leer un artículo del periódico La Iberia, que me parece ha representado siempre sus opiniones, el día siguiente; artículo que me parece que establece por completo esta posición. Ya que el Sr. Sagasta niega lo que por entonces oyó, todo el mundo, y afirma lo que por entonces nadie oyó, veamos lo que decía entonces el periódico La Iberia, porque repito que esto pudiera esclarecer algún tanto la verdadera posición de los hombres.

Decía La Iberia del 9 de diciembre de 1879:

"La tarea que se ha echado sobre sus hombros el Sr. Posada Herrera ha merecido la unánime desaprobación.

Durante las primeras horas de la noche de ayer se sabía que el retirado de Llanes había quedado sólo con su descabellado propósito, porque no podemos considerar como acompañamiento el que pueden formarle algunos individuos aislados, conocidos ya demasiado por su peculiar conducta política, que casi siempre les ha conducido a la disidencia y a un estado indefinible y extraño.

Más adelantada la noche había cambiado la decoración. Los centralistas andaban cariacontecidos, y cuantos habían podido creer en lo imposible, recibían un desencanto tan grande como había sido su loca esperanza. "

Esto es lo que los amigos del Sr. Sagasta, al mismo tiempo que redactaban este artículo sin duda alguna, venían a decir a la sala de conferencias.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Sagasta tiene la palabra para rectificar.

El Sr. SAGASTA: No sé si eso que ha leído S. S. es del periódico La Iberia, o no; (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Aquí está; puede verlo S. S.) Me basta, me basta que S. S. diga que es de La Iberia: lo que yo digo es que no lo sé, porque no leo todos los artículos de La Iberia, como no leo todos los que publican los demás periódicos. Pero yo a esto voy a decir una cosa: ¿acepta S. S. la responsabilidad de todo lo que han dicho los periódicos afectos a la situación, que preside S. S.? Conteste S. S. ¿La acepta? (Momentos de pausa.) [4900]



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